Ayer martes por la tarde me preparé con todo detalle la mochila para la marcha de hoy. El pequeño bocata de sobrasada, porque como luego tenemos que compartir “llepolíes” y frutos secos no conviene abusar, llené la cantimplora de agua de Bronchales y cogí también la cajita de dátiles en rama. Dejé a punto la ropa que tenía que llevar hoy y también la ropa de recambio. Después miré en el  móvil el tiempo que tenía que hacer, daba algo lluvia de 11 a 14 h, así que incorporé al equipamiento el chubasquero y el paraguas plegable. Y para terminar los preparativos me conecté a la web del GMT, sección de senderismo, para cerciorarme de la hora de salida, y de paso miré el kilométrico, la crónica de Josep Requena y el álbum de fotos. Estaba todo bien, no había convocatoria ni se había actualizado nada de la semana pasada.

Hoy me he levantado puntual y me he vestido pausadamente, con detalle y disfrutando de cada prenda, los calcetines, las botas, la camiseta con el logo de los Mayores Telefónica, el forro polar de Gran Senderista Cum

Laude, etc, y una vez bien equipado he revisado la mochila, estaba todo, incluso los guantes y el sombrero, solo faltaba meter el paraguas plegable. Me he esperado a que fueran las 9 en punto y entonces he cargado la mochila al hombro y he cogido el bastón para comenzar la marcha.

Como esta semana no he recibido ningún mapa de Manolo Feijoo, me preparé un plano con una ruta circular desde la puerta de entrada a casa, enseguida recibidor, comedor, salón, mirar por la ventana, pasillo, habitaciones de los hijos, mi despacho, cocina y vuelta a la puerta de entrada. Hoy no había opción B, la única dificultad eran los tres escalones que hay para pasar del comedor al salón.

Enseguida me he puesto a caminar por la ruta trazada. No he puesto en marcha el GPS del móvil porque nadie envió el track y tampoco creo que me vaya a perder. Como es un día excepcional, no había ninguna cuesta al comienzo de la marcha y he caminado muy ligero, a un ritmo como de 5 km hora. Como me he propuesto hacer 15 km he dicho, frena un poco porque a este paso a las 12 ya hemos terminado. He parado un momento en la cocina a beber, pero de la cantimplora. Y cuando he oído las 10 en las graves campanadas del reloj de péndulo que tiene mi vecina (siempre me sirve de referencia para saber en que hora estoy) me he desviado 2 metros de la ruta para ir a la terraza y allí me he dispuesto a almorzar con buenas vistas sentado en el escalón de arriba de la escalera de mano. He visto las casas de enfrente con mucho detalle. Una señora limpiaba los cristales de las ventanas, otra estaba fumando en el balcón y un chico tacaba en el bombardino una pieza conocida cuyo nombre no he podido identificar. Y en la calle solo una señora con guantes y mascarilla paseando al perro. Me he comido el minibocadillo de sobrasada con verdadero deleite y haciéndolo durar, después les llepolíes, un par de dátiles y un trozo de chocolate.

Desde mi asiento en la escalera he podido ver el cielo plomizo y al poco se ha puesto a llover ligeramente. Enseguida me he puesto el chubasquero y he abierto el paraguas, pero en un momento de lucidez he pensado que si mi mujer me ve así me dirá que estoy pirado y me lo he quitado y guardado en la mochila. También me he dado cuenta que el bastón no me servía para nada y lo he dejado en la percha.

Y a las 10:30 en punto he reanudado la marcha. Recibidor, comedor, salón, pasillo, etc, etc. Cada hora más o menos paraba en la cocina a beber de la cantimplora. En algunos momentos me he cruzado con mi mujer que andaba por casa con sus quehaceres y he hecho como si no la viera, porque los miércoles cundo estoy caminando por el monte nunca la veo.

Mientras tanto el móvil sonaba a cada rato y el whtssap trinando. Se me ocurre pensar como serían estos días de encierro sin el excelente soporte de la red de Telefónica. A la tarde a las 8 cuando salga a la ventana a aplaudir lo haré también por los telefónicos.

Con tanto rato andando y sin tener un colega al lado con quien platicar, me he entregado a la meditación y a profundos pensamientos tratando de adivinar como será el mundo después de la  pandemia. ¿Afectará todo esto a los senderistas?, ¿Podremos ir al monte sin guantes y sin mascarilla?. Me veo a los de Decathlón inventando un traje especial con escafandra anti coronavirus para senderistas. Y rociándonos todos con un spray desinfectante antes de salir a caminar.

Entregado a estas serias disquisiciones ha ido pasando el tiempo hasta que en el reloj de péndulo de mi vecina han tocado las dos y he pensado que ya debía pasar de los 15 km así que he dado por terminada la marcha.

Sentado en mi rincón favorito de la mesa de la cocina he pensado que mis colegas en esta situación se tomarían una buena cerveza muy fría, pero como ahora me abstengo del alcohol, me he servido un vaso de agua fresca de Bronchales y lo he bebido despacio y a pequeños sorbos. Un deleite.

En el menú que se me ofrecía ayer para la comida elegí ensalada y un arroz caldoso con pollo y verduras. Estaba exquisito y lo he disfrutado mucho. De postre piña natural y después poleo. Todo perfecto. Solo me ha faltado el bombón y el chupito de licor de hierbas, porque nadie invitaba. Después una buena siesta en mi sillón reclinable, como el del autobús. He soñado que estábamos bajando de la sierra de Aitana sudorosos y cansados pero muy satisfechos.

Y para finalizar el día una ducha calentita. Al salir de la ducha mi mujer me ha preguntado ¿Qué tal la marcha de hoy? Le he dicho que muy bien, muy bien, pero estoy un poco cansado y esta tarde no me apetece salir a ningún sitio.

Ahora me entra la duda sobre si el comité semisecreto habrá declarado esta marcha como computable o no computable. Por si acaso les mandaré esta crónica a los que actualizan la web.

Y mañana miraré el kilométrico a ver si alguien me ha puesto mis 15 kilómetros de hoy.